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Adjetivo definitorio y relativo a la identidad de la catequesis. Alude a todo lo que tiene que ver con lección de catequizar.
Análogos a este adjetivo son otros sugestivos: "educativo", "formativo", "evangelizador", cuantos hacen referencia a la educación religiosa.
Sería bueno, aunque no es usual, diferenciar catequístico y catequético. Conviene reservar el primero para todo lo que es práctico y operativo, en alusión a la idea de catequesis. Y se debería dejar el de catequético para lo que hace alusión a la ciencia teológica de la Catequética, por lo tanto para lo que es teórico, reflexivo, especulativo.
Algunas referencias ayudarán a precisar los elementos a los que mejores se puede aplicar este adjetivo y así se podrá analizar mejor el abanico de elementos catequísticos.
1. Personas
Hay personas especialmente apellidadas con el referente de la catequesis, es decir que son catequísticas.
- Los que se sienten vocacionados para este ministerio, en la parroquia o en otras instancias, son educadores de la fe, son catequísticas. Sus acciones, su preparación, sus intenciones, los instrumentos que usan, los tiempos y los programas, los planes que desarrollan merecen el apellido de catequísticos.
- Los maestros cristianos en el contexto de su lugar de docencia o los alumnos a los que imparten otras enseñanzas, en cuanto se entregan o cuando se dedican a las tareas de educación de la fe sin duda se vinculan con este término.
- Los mismos padres en cuanto agentes o promotores de la catequesis familiar, los animadores de grupos cristianos que tienen por objeto educar religiosamente, quienes apoyan, ayudan, facilitan o disponen la tarea, todos deben ser reconocidos como catequísticos.
2. Lugares
Los ámbitos parroquiales son los más merecedores del adjetivo de catequísticos. Pero hay otros muchos lugares asociados a los procesos de formación e instrucción religiosa: centros de convivencia cristiana, salas de encuentro, santuarios, casas de ejercicios, cofradías, ambientes de trabajo sociales, sede de ONGs de inspiración educadora, etc. se denominan con más o menos propiedad como catequísticos cuando facilitan la formación.
Es evidente que los suelos y los techos no son por sí mismos religiosos, pero determinados rasgos en ellos los convierten en catequísticos si contribuyen a esa orientación.
Es el caso de las figuras y ornamentos, de los mapas, esquemas, emblemas y lemas que dan el tono a esos lugares. Ellos son los que sugieren y apoyan su influencia formadora, o deformadora si se presentan en sentido contrario.
Especialmente catequísticos son determinados lugares que instruyen y ayudan en la fe con sólo la permanencia o el paso por ellos, por las ideas que suscitan o lo sentimientos que provocan. Un museo de arte religioso, una catedral con sus retablos, esculturas, epitafios, una ermita, un calvario, un cementerio, una santuario con sus reclamos rememorativos o sus invitaciones piadosas, son lugares que, por su propia contextura, sugieren y ayudan a la reflexión cristiana.
Un monasterio o convento con sus claustros, sus capillas, sus decoraciones, pinturas, esculturas, incluso arquitecturas, su mismo silencio puede ser presentado como motivo o lenguaje que suscita enseñanzas imborrables.
Emotivo y admirable recuerdo puede suscitar a este respecto los llamados Santos Lugares, al estilo de Jerusalén, Belén o Nazareth en Palestina, o la Ciudad de Roma con sus basílicas, museos religiosos y catacumbas, o los diversos centros de culto que se han ido construyendo en la historia cristiana: El Pilar de Zaragoza, Lourdes, Fátima, Guadalupe, Efeso, etc.
Las rutas famosas de peregrinación de resonancia histórica, como el Camino de Santiago, son ofertas catequísticas de valor espiritual y eclesial incalculable para quienes las recorren con fe y sentido de fraternidad.
3. Tiempos
Todos los momentos son aptos y recomendables para mejorar la fe y promover la piedad. Pero hay jornadas, períodos, ciclos, especialmente catequísticos por el contexto, los recuerdos y las evocaciones que suscitan.
El Viernes Santo o el día de la Inmaculada, la fiesta de Pentecostés o el Miércoles de ceniza, evocan en la piedad cristiana sentimientos, recuerdos y relaciones muy concretos. Los apoyos, afectos y sugerencias que esas jornada transfieren, ya sean tradicionales o más novedosos, aprovechados oportunamente, pueden servir para la renovación de la fe y para la mejor instrucción sobre su importancia en las personas y en las colectividades.
Se puede resaltar el valor singular del día santo del domingo, del día del Señor, que se remonta a los primeros tiempos cristianos o los viernes penitenciales de cuaresma con sus ayunos y abstinencias.
Los principales ciclos litúrgicos con sus predicaciones, las fiestas y conmemoraciones de santos, especialmente del Señor y de su Madre, con sus recuerdos y alusiones, las romerías, rogativas, la vigilias, a los años declarados sagrados como son los jubilares, se prestan a la renovación cristiana por sus connotaciones piadosas y eclesiales.
También se debe recordar el valor educativo de los períodos especialmente dedicados a la revisión de vida como son convivencias cristianas, ejercicios espirituales, campañas de caridad, cursos de formación con diversos motivos (preparaciones sacramentales, épocas penitenciales, períodos de luto). Es importante aprender a separar en estos tiempos singulares lo que existe de tradición y de invitación sincera a la renovación.
La tradición cristiana ha llamado especialmente catequísticos a ciertos momentos de la vida como han sido los catecumenados bautismales, los períodos de probación o noviciados en los Institutos religiosos. Y en la piedad cristiana se han multiplicado las novenas, los triduos, los octavarios, mirados como procesos de preparación y desarrollo de los valores religiosos.
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4. Materiales y recursos
Los materiales e instrumentos, recursos y medios didácticos, merecen el apellido de catequísticos cuando, en el plano de la instrucción o en lo relacionado con los sentimientos cristianos, ayudan con sólo su uso a mejorar ideas, sentimientos o actitudes cristianas.
En este sentido podemos hablar de libros, diccionarios, láminas, cuadros, resúmenes, documentos de naturaleza o intencionalidad catequística.
La cuestión que exige discernimiento está en saber si son tales todos los materiales usados en la enseñanza religiosa o a los "materiales religiosos" se les exige más para merecer este nombre. Se pueden asumir las dos propuestas: que sólo son tales que por su intención, por la usualidad y por la misma naturaleza, y que son especialmente aptos para fomentar vida e ideas cristianas; o bien que todo lo que sea educativo y se use en la formación religiosa tiene que ser considerado, con criterio amplio, como piadoso.
La cualificación es intrascendente cuando se trata de objetos inocuos y neutros: libros, mapas, material de consumo. Pero es más compleja si se trata de dar respuesta justificativa al hecho de que la Iglesia exija autorización para publicar libros religiosos y textos catequísticos (C.D.C. cc. 824-827) o imágenes sagradas (cc. 1188 y 1190) para uso de los fieles.
La catequesis, junto a los catecismos, reclama esos materiales complementarios: guías pedagógicas y materiales de apoyo, ilustraciones, montajes visuales o proyecciones, documentos, etc. Todo ello sirve para conectar mejor con los catequizandos, teniendo en cuenta la edad, el lugar, la cultura... Pero no todo lo que se introduce en las vías de la distribución comercial puede ser aceptado sin reparo. Hay muchas figuras, plegarias, escritos, diseños, programas, sugerencias que ciertamente no son "catequísticos".
Estos materiales exigen mucho discernimiento en el uso y deben ser asumidos por la comunidad, a través de la autoridad, es decir vinculados con la dimensión espiritual y cristiana del mensaje revelado. Usar cualquier cosa puede ser bueno en los entretenimientos, pero no en la educación de la fe.
En general podríamos exigir a estos materiales cierta vinculación con la Palabra divina, con la Tradición, con el entorno cultural en el que se usan y natural capacidad para estimular la piedad.
En cierto sentido deben partir de los catecismos, ayudando a que la fe pueda llegar de modo efectivo a los catequizandos. En determinadas diócesis y grupos diocesanos existen materiales que orientan a los catequistas y que, aunque no tengan valor oficial, es bueno e importante conocer. Es importante tener criterios claros sobre su oportunidad y sobre el modo de empleo, para poder sacar el mejor partido.
5. Planes y proyectos
Cuantas acciones, planes, esquemas, diseños, labores previstas y programadas se orientan a la educación religiosa y espiritual de los creyentes, merecen el adjetivo de catequísticas, si realmente son aportaciones y apoyos positivos con esta función.
Más o menos han de ser planteadas con suficiente claridad de intenciones y adaptación de acciones para que resulten verdaderamente formativos.
Lo mismo se puede decir cuando se trata de acciones y compromisos, en reuniones, encuentros y relaciones de trabajo o de convivencia.
Y no menos se debe afirmar de aquellos modos de actuación: normas disciplinares, estilos, modelos, lenguajes, preferencias, relaciones y pretensiones, que tenga que ver con la formación de la fe.
A todas esas realidades se las podrá denominar con el calificativo de catequísticas si directa y precisamente hacen referencia a la educación religiosa. De lo contrario, deberán ser miradas al menos como dudosas y en ocasiones perjudiciales o desorientadoras.
Conviene diferenciar todo ello en sus diversos niveles. Hay elementos que son directa y explícitamente catequísticos, cuando resultan soportes de una acción sistemática y ordenada para conseguir un conocimiento mejor y para ordenar la más conveniente presentación de la verdad cristiana a fin de que sea conocida y vivida cada vez más profundamente.
6. Lenguajes
Es bueno recordar que existe un lenguaje eminentemente catequístico como hay otros deportivo, médico o artístico. El dominar ese lenguaje supone especial preparación en el catequista, que aprende por la experiencia y por explícita formación a armonizar los términos teológicos rigurosamente exactos con las formas expresivas que los hacen comprensibles para los oyentes.
Hay lenguajes catequísticos y otros que no lo son. Tradicionalmente se asoció lo catequístico con la sencillez, el orden, la claridad y con expresiones interrogativas o dialogales
El catequista hará bien en familiarizarse con esos rasgos y hasta seleccionar y construir su propio lenguaje pedagógico para sintonizarle con el lenguaje teológico de la Iglesia. Deberá tratar cada vez más de hablar con más propiedad, pero también con sinceridad y luminosidad, para armonizar rigor con habilidad comunicativa.
Es cierto que esos hábitos expresivos se consiguen con el tiempo y la repetición de expresiones. Pero no lo es menos que se pueden hacer más asequibles los aprendizajes y por eso merecerán el calificativo de catequísticos.
Es fácil conseguirlo: si se pone empeño e interés en la empresa, si se cultiva la conciencia de profesionalidad, si se multiplican las lecturas y los encuentros compartidos, si se observa a las personas que naturalmente son hábiles en las actividades de la catequesis
7. Normas y leyes
También las leyes, las normas, las consignas, las directrices, cuantas indicaciones rigen la tarea de educación de la fe merecen el calificativo de "catequísticas" si son aptas para orientar y no para reprimir, para clarificar y no para oscurecer, rasgos deseables que no siempre consiguen las meras fórmulas jurídicas que precisan posterior explicación y justificación.
Son catequísticas las normas claras, nobles, positivas (no simplemente prohibitivas) y motivadoras y suficientemente flexibles.
No lo son las leyes frías, distantes o ambiguas, que parecen redactadas para anunciar sanciones más que para alentar actuaciones correctas.
Es bueno también aprender a diferenciar la norma constructiva de las que no lo son. Y educar la conciencia de los catequizandos con la alegría de hacer lo que se debe y no sólo de temer lo que no se debe realizar. |
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